Ha pasado casi un mes desde que empecé a compartir una hora de cada noche con aquella lejana amiga, ha pasado casi un mes desde que entre risas y coqueteos empezó a gustarme más a cada día; empecé a sentirme atraído por su voz y su risa, por sus ocurrencias y por nuestras poquísimas diferencias. Pero ocurre que dé a pocos ha dejado de verme, tal vez sea que los azares de la vida no le hayan permitido asistir a nuestro ansiado encuentro, el que pactamos al inicio de esta historia. Así es, de una u otra manera está dejando de lado nuestro rito, aquel que al inicio me llenaba de algarabía y felicidad; reconozco que ha logrado domesticarme y me sentí feliz por ello, porque creí que así como ella es única para mí, pensé que para ella yo era único también; pero me doy cuenta que no es así; pues en un mensaje no convencional me ha dado a entender que no está preparada para hacerse cargo de lo que ha domesticado, pero no la culpo, ella no es culpable de nada; todo lo que he vivido a lado de ella ha sido por mi propia voluntad, ha sido con mi consentimiento, pues fui yo quien así lo quiso…
Fui yo, quien le propuso iniciar con el proceso de domesticación, fui yo quien deseaba que viniera a verme todos los días; ahora sé que fue un grave error, pues en todo este proceso, me acostumbré a su compañía, a su voz, a su sonrisa, a su ternura, a sus cosas y a su vida; ahora que no viene, ahora que no le hago falta siento su ausencia que me gana la depresión, existen momentos en que me llega la tentación de ir a buscarla; pero temo que al encontrarla mi presencia le cause molestias o le incomode…
Estaba esperando que viniera a nuestro encuentro para leerle al oído, “Rosa única”, poesía de Manuel Scorza:
“La hierba crece ahora en todos los crepúsculos donde antes sonreías.
La hierba o el olvido. Es igual.
Entre mi dolor y tu silencio, hay una calle por donde te marchas lentamente.
Hay cosas que no digo porque ciertas palabras son como embarcarse en interminables viajes.
Para mi amor siempre tendrás veinte años.
Mientras yo cante en tus ojos habrá agua limpia, porque ya para siempre mi amor te rodea de cristal.
Puedes morir mil veces. Inmutable en mi canto estás.
Puedo olvidarte. Mas olvidada, resplandecerás…
… Te digo que ni el rocío con tu rostro se atreverá,
No envejecerá la muchacha que, reclinada en mi sangre, un día miró una rosa hasta volverla eterna.
Ahora la Rosa eterna está.
Yo la distingo única, perfecta, en los jardines.
Por las montañas y collados la buscan gentíos.
Sólo mis ojos que tus ojos vieron, la pueden mirar."
Como no ha venido a encontrarse conmigo, he querido llamarla, me mataban las ganas de hacerlo, quería saber de ella, quería saber si se encontraba bien, pero me ganó la idea de que tal vez el hecho de llamarla pueda ocasionarle problemas, finalmente no lo hice; si hoy lee esta parte de la historia entenderá que añoraba saber de ella, que extraño compartir las noches con ella, como lo hacíamos hace un tiempo atrás, quiero que se entere de que estoy un tanto triste porque ya no viene en las noches, como solía hacerlo; pero también quería que se entere que me siento tranquilo porque sé que no le pondré en aprietos y lo dejaremos así, allí donde quedó esta peligrosa amistad.
Como ya no viene a nuestras citas, quiero decirle mediante este corto escrito que ella me gusta tanto como no imagina, que no la miro como a una sencilla amiga, no; me gusta para más, para escaparnos juntos a otra realidad, por lo menos un corto tiempo. Este escrito quiero que sirva para decirle que deseo que pronto venga a mi encuentro, que esperando estoy el momento en que nuestros labios rocen por primera vez, que deseo sentir cuando ponga sus manos con ternura sobre los míos, y que se entere que añoro tenerla conmigo y ser felices en un paraíso de ensueño… aunque después de ello volvamos a nuestra realidad.
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