Las redes sociales ayudan a ubicar personas que hace un buen tiempo dejamos de ver o perdimos contacto. Debo decir que utilizando este medio, hace un par de meses atrás, logré tener contacto con quien mi corazón tenía agendas pendientes y con quien hace más de una década atrás dejamos de vernos, dejamos de platicar.
Nuestro primer reencuentro fue por medio de la mensajería instantánea. En las primeras líneas de esas conversaciones mostramos nuestra felicidad por volver a saber el uno del otro. Fuimos muy expresivos con cada letra escrita, que finalizando nuestra conversa coincidimos en que no deberíamos perder contacto y que sería fenomenal volver a vernos físicamente. Es así que compartimos nuestros números telefónicos, nos agregamos al WhatsApp y empezamos a reconocernos.
Cuando llegó el día del reencuentro no podía creer que ella estaba ahí conmigo. Después de casi una década de habernos alejado por cosas de la vida realmente logramos reencontrarnos. Ella llegó con toda su luz, con su energía positiva reviviendo a la misma de ayer. Ella llegó con ese trato sublime, como solía ser, dulce y carismática de voz angelical, demostrando finamente su peculiaridad y diferenciándose de las demás.
Me gustó verla ese día. Fue bueno escucharla, verla allí, contándome sus cosas, sus historias vividas en todos estos tiempos, de sus viajes por la vida, de la fiesta que fueron todos estos años, de sus retos profesionales, de sus broncas del cual salió victoriosa y de sus decepciones que quisieron amilanarla pero que no lo lograron. Realmente me gustó verla al natural, sin etiquetas fingidas, mostrándose siempre original, así como lo era hace una década atrás.
Ese reencuentro culminó en pocas horas, fue una cita relámpago. Duró poco que no tuve oportunidad de contarle sobre la agenda pendiente que quedó en mí hace una década atrás. No pude decirle que ella no sabe que tengo canciones que me la recuerdan, que se las dedico en silencio esperanzado en que algún momento puedan gustarle y cuando al fin se entere, ella piense en mí como quizás nunca haya pensado en alguien.
A veces, de manera repentina me llegan recuerdos de nosotros en la puerta de ese restaurante, junto a esas decenas de botellas de distintos tamaños y colores. Tengo en la mente ese preciso momento cuando me pedía que le tomara una foto para el recuerdo, ella toda feliz, con su pose de modelo de chica encantadora. Tengo en el recuerdo sus palabras y gestos cuando me pedía una foto junto a ella y cuando Yo no supe que responder, porque la parte izquierda de mi pecho inexplicablemente latía más rápido, tratando de disimular el nerviosismo que sentía en ese entonces.
Y con esos recuerdos en mi cabeza voy esperando el próximo reencuentro. Al
despedirnos, muy ansiosos, planeamos otra salida pero no fijamos fecha,
lugar, ni hora, aun así, tengo fe que el reencuentro se dará. Y
aunque una década haya pasado para que hayamos podido llegar al
primero, no pierdo la esperanza de que el siguiente reencuentro se hará realidad muy
pronto. Y sé que en esa oportunidad ella vendrá con su comportamiento jovial, ese que hace
notar que el tiempo no ha pasado para ambos y que seguimos siendo los
mismos de hace una década atrás.
Hoy, con
mucha ilusión aguardo la siguiente cita que prometimos tener. La espero, con tanta emoción por verla llegar con su sonrisa que me gusta. La aguardo
escribiéndola cartas y canciones imaginarias de bienvenida. La espero al igual que
hace una década atrás, pensándola, esperando a que se vuelva real y de una u otra manera enamorándome de lo que representa.
La espero recordando nuestro reciente reencuentro, escribiéndole
constantemente a su WhatsApp, dándole me gusta a sus publicaciones, a
sus fotos y a sus estados temporales en las redes sociales.
Que lindo, me hiciste reír y suspirar , se que muy pronto se encontrarán como hace una década .
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