Cuando llegó la hora del almuerzo, ella asistió a la cita con ese vestido floreado color rosa y con esa sonrisa sincera que me encanta. Fue un jueves de febrero, con un abrazo la recibí, besé sus labios, su rostro, sus ojos, su frente. Me sentí feliz porque ese día ella almorzaría conmigo. Después de muchísimo tiempo tendríamos una cita donde quizás podríamos hablar de lo que realmente sucedió entre nosotros, para estar así, en silencio y tan alejados.
Después de muchísimo tiempo, en ese almuerzo la vi contenta, feliz; en ese momento entendí que ella también quería reunirse conmigo y quizás repetir los momentos que alguna vez solo fueron para los dos. Ese día fui sincero con ella, con una de mis manos sobre sus piernas bajo esa falda rosa y con la otra tomándole de la mano le pedí que nunca se vaya, que quiero arreglarlo todo, que lo nuestro puede aún florecer y que podríamos retomar todo lo que alguna vez fue felicidad para ambos.
Ese jueves de febrero, traté de relatarle lo que viene siendo mi vida en todo este tiempo, sin ella, sin su amor, sin su presencia, sin su trato amable y sin sus labios que antes se posaban diariamente en los míos. Traté de convencerla para seguir trajinando juntos este camino que a veces se pone difícil, pero; a cada momento que trataba del tema ella me interrumpía sujetándome la mano y con su mirada fija diciéndome que no era el momento, que es mejor callar. Y así lo hice.
Nuestro encuentro fue ameno, hablamos poquísimo de nosotros, pero lo disfrutamos. Y ahí, mirándonos a los ojos y con sonrisas de satisfacción pasó volando el tiempo y ella tuvo que marcharse. La acompañé hasta el ingreso de la estación del metro, pasé la tarjeta por el controlador digital para que le permitiera ingresar a la zona de embarque. A manera de despedida, la miré sonriendo desde el puente de la avenida, ella bajaba las escaleras rumbo al paradero de la línea del bus que tomaría de regreso al centro de la ciudad.
Antes de ingresar a la zona de embarque ella se despidió, delicadamente me tomó de las manos, a modo de abrazo me dio unas palmadas en la espalda, me sonrió y de sus labios brotaron dulces palabras. Puedo decir que en mucho tiempo fue lo mejor que había oído de ella. Ese momento no imaginé que esas palabras no solo eran la despedida de la cita, sino que sería el adiós a todo lo que un día nos unió.
De retorno a mi oficina, evoqué momentos felices que pasamos en todo el tiempo que vivimos juntos, no voy a negar que con ella he pasado buenos momentos de mi vida, tal vez los mejores, pero veo que ella no lo valora o creo que el día a día, la cotidianidad, le está nublando de esa verdad. Siendo honestos, debo decir que los mejores tiempos se están yendo con ella; y que el futuro, donde ya nadie trata con amor, donde solo prima lo material y la que está llena de incertidumbres, ese futuro se queda conmigo.
Hubo tiempos que fueron nuestros tiempos, cuando soñamos con la libertad, cuando vivimos la vida a mil y la pasamos bien. Quedan en nosotros innumerables e interminables viajes, besos que a diario nos dimos, infinidad de fotos que nos tomamos, bailes que danzamos y comidas que saboreamos. Eso y muchas cosas más viven en los dos, solamente nosotros sabemos lo mucho que nos hemos amado, por doquier, y si es que realmente ahora nos extrañamos.
Al conocernos ambos sinceramos nuestros sueños y aspiraciones; y cuando decidimos unirnos nos comprometimos a realizarlos juntos. Pero no pudo ser y hoy estamos aquí, rotos por dentro y tratando de reconstruir nuestras vidas. Tuvimos tantos sueños juntos, pero ellos se quebraron en este tormentoso pero corto camino que hemos recorrido.
Son tantas veces que los dos nos hemos subido a la camioneta a enrumbarnos por caminos desconocidos. Pero ahora, tal como sucedió ese jueves, a diario ocurre lo mismo, ella toma un camino distinto y se va sola, sin mí. Ya no estoy dentro de sus planes cotidianos, otras gentes que jamás fueron nuestros amigos son quienes hoy le acompañan en su día a día y de seguro le harán sonreír. Yo, sin su compañía y sin poder decirle adiós voy retratando un pedacito de nuestra historia, pedazo de tiempo donde fui feliz.
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