Hace unos días atrás elaboré un corto video que tiene aproximadamente 5 minutos de duración. Ese video contiene un sin fin de fotos de los últimos 5 años de nuestras vidas y donde estamos juntos ella y Yo. Fotos nuestras que inmortalizan estaciones, lugares y momentos llenos de amor y felicidad. Ese video lo guardo como uno de los bienes más preciados que tengo en la actualidad, porque esos retratos muestran lo mucho que nos hemos amado en alguna etapa de nuestras vidas.
Del tiempo que juntos vivimos quedan una infinidad de videos, fotos impresas y en digital que retratan nuestra evolución de enamorados, de pareja, de novios. Quedan fotos y videos también de nuestros proyectos, de nuestros logros, de nuestras salidas de a dos, de nuestros viajes a lugares nuevos y desconocidos, de nuestras vacaciones, de nuestras familias, de nuestros padres, de nuestros amigos. De ese tiempo maravilloso quedan en el recuerdo nuestras canciones preferidas y nuestras noches placenteras donde desbordamos felicidad.
La vida pasó sin que nos diéramos cuenta, nuestra edad, la mía y la de ella, avanzó. Antes no le dimos importancia a que el tiempo avance rápido o lento, pues estábamos juntos y eso era lo que importaba; pero, solo bastó un pequeño momento, un corto tiempo, unos cuantos días y unas cuantas malas acciones, para que todo se vaya por el despeñadero. Solo se necesitó un milimétrica parte de todos los años vividos para que se inicie con el final, para que nos dijéramos adiós...
Todo inició un agosto, ese agosto distinto, ese agosto traidor, ese agosto desconocido; porque muchas veces, agosto fue el mejor mes para mí, para mi corazón, para el de ella, para los dos. No recuerdo ningún agosto, el de años pasados, con tanto dolor, como este ultimo que pasó, que fue insufrible, impensado, egoísta, porque permitió que uno de sus días, ella, mi amada, se quedara a lado de otro querer. Así es, uno de esos días de ese agosto ella decidió cambiar mi alegría por dolor. Decidió iniciar su premeditado alejamiento sin importarle el dolor que causaría su accionar y su lamentable decisión.
Ese día de agosto ella tardó más de lo habitual en llegar al punto de encuentro. Yo la esperé como nunca. Cuando finalmente ella llegó dijo que lamentaba lo sucedido, sincerándose conmigo, dijo que luego de haber buscado en muchas oportunidades al fin había encontrado a alguien quien le ayude a alejarse de mí, quien realmente le brinda su tiempo, la complace y no la contradice. Me dijo también que no ha podido luchar contra el huracán de sentimientos depresivos que diariamente le aquejaban por mi singular comportamiento, por mi forma de ser, ya que lo consideraba cruel porque la estaban destruyendo. Así que decidió que ese día de agosto debía quedarse con otro querer para alejarse de mí.
Desde ese agosto insufrible, todos los meses siguientes me la he pasado mirando, desde el volante de mi camioneta, como va muriendo el atardecer y como el anochecer va apoderándose del tiempo, de mis pensamientos y tratando de oscurecer mis sentimientos. Desde ese agosto fatal, tengo días como hoy en que la extraño profundamente, que quiero que me hable y también me escuche. Desde ese agosto, hay días como hoy en que me siento tan sólo que quiero invitarle a salir a dar unas vueltas con el carro, tal vez bailar o cantar, beber o comer lo que nos agrada. Pero es imposible porque ella muestra estar en su nuevo mundo real pero mágico, viviendo recuerdos imborrables, nuevas facetas y momentos que la llenan de felicidad. Es así que ella está a mi lado y aun así me siento muy solo que la extraño inmensamente.
Del tiempo que juntos vivimos quedan una infinidad de videos, fotos impresas y en digital que retratan nuestra evolución de enamorados, de pareja, de novios. Quedan fotos y videos también de nuestros proyectos, de nuestros logros, de nuestras salidas de a dos, de nuestros viajes a lugares nuevos y desconocidos, de nuestras vacaciones, de nuestras familias, de nuestros padres, de nuestros amigos. De ese tiempo maravilloso quedan en el recuerdo nuestras canciones preferidas y nuestras noches placenteras donde desbordamos felicidad.
La vida pasó sin que nos diéramos cuenta, nuestra edad, la mía y la de ella, avanzó. Antes no le dimos importancia a que el tiempo avance rápido o lento, pues estábamos juntos y eso era lo que importaba; pero, solo bastó un pequeño momento, un corto tiempo, unos cuantos días y unas cuantas malas acciones, para que todo se vaya por el despeñadero. Solo se necesitó un milimétrica parte de todos los años vividos para que se inicie con el final, para que nos dijéramos adiós...
Todo inició un agosto, ese agosto distinto, ese agosto traidor, ese agosto desconocido; porque muchas veces, agosto fue el mejor mes para mí, para mi corazón, para el de ella, para los dos. No recuerdo ningún agosto, el de años pasados, con tanto dolor, como este ultimo que pasó, que fue insufrible, impensado, egoísta, porque permitió que uno de sus días, ella, mi amada, se quedara a lado de otro querer. Así es, uno de esos días de ese agosto ella decidió cambiar mi alegría por dolor. Decidió iniciar su premeditado alejamiento sin importarle el dolor que causaría su accionar y su lamentable decisión.
Ese día de agosto ella tardó más de lo habitual en llegar al punto de encuentro. Yo la esperé como nunca. Cuando finalmente ella llegó dijo que lamentaba lo sucedido, sincerándose conmigo, dijo que luego de haber buscado en muchas oportunidades al fin había encontrado a alguien quien le ayude a alejarse de mí, quien realmente le brinda su tiempo, la complace y no la contradice. Me dijo también que no ha podido luchar contra el huracán de sentimientos depresivos que diariamente le aquejaban por mi singular comportamiento, por mi forma de ser, ya que lo consideraba cruel porque la estaban destruyendo. Así que decidió que ese día de agosto debía quedarse con otro querer para alejarse de mí.
Desde ese agosto insufrible, todos los meses siguientes me la he pasado mirando, desde el volante de mi camioneta, como va muriendo el atardecer y como el anochecer va apoderándose del tiempo, de mis pensamientos y tratando de oscurecer mis sentimientos. Desde ese agosto fatal, tengo días como hoy en que la extraño profundamente, que quiero que me hable y también me escuche. Desde ese agosto, hay días como hoy en que me siento tan sólo que quiero invitarle a salir a dar unas vueltas con el carro, tal vez bailar o cantar, beber o comer lo que nos agrada. Pero es imposible porque ella muestra estar en su nuevo mundo real pero mágico, viviendo recuerdos imborrables, nuevas facetas y momentos que la llenan de felicidad. Es así que ella está a mi lado y aun así me siento muy solo que la extraño inmensamente.
Desde ese agosto inolvidable, ella para mí ya no es la misma de ayer, ya mis ojos no se iluminan cuando la ven, ya mi corazón no se alborota de alegría cuando oigo su voz, ya no me emociono cuando la veo llegar. Desde ese agosto que se fue con ese querer, ya su rostro no tiene una sonrisa para mí, solo miradas esquivas y rostro de molestia e incomodidad. La extraño tanto que daría muchas cosas para que las cosas vuelvan a ser como antes de aquel suceso desfavorable.
A veces cuando a medio día salgo a caminar por esta avenida me gustaría encontrarme con ella de manera sorpresiva, ese hecho me haría tan feliz, le abrazaría fuertemente, le daría un beso en la frente, en sus mejillas, en su nariz y en sus carnosos labios, le tomaría de la mano y de la cintura para llevarla por toda esa calle, orgulloso de estar a su lado, orgulloso de ser su amor. Pero solo es fantasía. Lo real es que mientras camino voy redactando en mi mente la tristeza que me embarga y que es la que perturba mi tranquilidad.
Con su doloroso proceder, está dándole por terminado a nuestra cita perfecta que hemos tenido por más de dos décadas. Sí, hace más de dos décadas, en aquella carretera o trocha carrozable de ese paradisíaco pueblito desnudamos nuestros sentimientos y comenzamos nuestra historia que duró hasta hace poco. Ella estaba en su transición de adolescente a joven, de formidable sonrisa, de ojos enloquecedores, nariz pequeña, de figura sensacional, como toda mujer hermosa. Yo, un joven tierno, creyéndome hombre maduro, obsesionado por ella, persiguiéndola a diario y tratando de conquistarla. Así iniciamos nuestro amor, ese amor que pensamos que sería eterno, pero ahora le está llegando la noche, ahora de a pocos está falleciendo y aceptarlo duele, duele tanto que ya no hay esperanzas de volver atrás, ya no hay esperanzas de volver con ella...
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