Ir al contenido principal

ESOS DOS DÍAS DE AGOSTO...


Después de casi dos años vamos saliendo del encierro, estamos ingresando a la nueva normalidad y todavía me es raro salir a la calle con mascarilla sobre mi rostro. Antes no me incomodaba tanto, pero ahora siento asfixiarme; aun así, debo usarlas por la tranquilidad y seguridad de mi entorno familiar. Volver a esta normalidad hizo que cumpliera con mi rol de viajero y por ello tuve que acercarme al mundo andino, allá, donde me gusta estar.

Fue un miércoles de agosto cuando la conocí. Bastó un instante para congeniar con ella. Empezamos con una sonrisa por su parte y con una carcajada por la mía. La conocí en aquella hermosa ciudad donde el sol alegra con su esplendor. Antes de conocerla, me había tomado una chichita de jora rodeado de abejas melosas y de porongos de barro. Ese día de agosto tuvimos nuestro primer encuentro, cuando el sol estaba al centro de nuestro universo, allí en la puerta de ese escondido recreo turístico.

ESOS DOS DÍAS DE AGOSTO solo fueron nuestros. Esos dos días lo disfrutamos sin cansarnos. Nos embriagamos de bromas y carcajadas hasta el anochecer. Jamás olvidaré esos días en ese paradisiaco pueblito. Me sentí bien. Le conté muchas cosas mías. Ella me contó cosas suyas. Quedarán las anécdotas de como nos conocimos y de lo bien que congeniamos desde el primer momento, fue todo muy divertido.
 
Al día siguiente, cuando desperté, sabía que había llegado el día del inevitable alejamiento; ahí recordé que una gran parte de lo que vivimos es efímero, aunque cueste aceptarlo.

En la actualidad, ha pasado meses desde que dejé ese hermoso pueblito, pero todavía pienso en ella y las ganas de llamarle se adueñan de mí. Quiero hablarle para alegrarme el día y revivir las emociones vividas en nuestro eterno encuentro que duró solamente cuarenta y ocho horas. Hubo veces en que marqué su número en el celular, pero antes de que inicie a timbrar he colgado porque los nervios me retienen porque quizás ella no recuerda nada, pues a veces las mujeres tienen recuerdos selectivos, rápidamente sueltan el pasado, se muestran fuertes y parecen insufribles.

Ella fue tan linda conmigo, nos reímos tanto de cosas banales. Ahora muchas imágenes rondan mi cabeza, retratos de aquellos dos días de agosto que disfrutamos como amigos, con respeto mutuo, viviendo nuestra libertad a mil, sin miedos y sin necesidad de escondernos porque ambos sabíamos que no hacíamos nada malo. 
 
Hoy, casi a diario una persona hace que me acuerde de ella, en cualquier momento del día me trae su nombre al presente y me hace soñar/fantasear momentos no vividos a lado de ella.

A veces la imagino, con sus gestos y con su mirada, pidiéndome que la abrace y le cante al oído alguna de esas canciones que oímos en esos dos días de agosto. También la imagino en el asiento de lado de ese bus, mostrándose feliz, suspirando, pero imperturbable. Mientras Yo voy grabando videos para el recuerdo y la voy observando por el espejo retrovisor.

Yo sigo pensándola y queriendo hablarle hoy más que ayer, pero no sé si ella me extraña como Yo lo hago. Yo me emociono cuando pienso en ella e imagino brillar sus ojos al escuchar mi voz. Espero que el tiempo y el futuro no sea ingrato y me permitan volverla a ver muy pronto.

De esos momentos vividos Yo me quedo con las fotos a su lado; aquellos que está grabado en mi cerebro y en este celular, testigo silencioso de todo. Y ahora, ella que está allá, en ese mundo andino, solo quiero que sepa que me gustaría volver y que haré todo lo posible para llegar hasta donde ella está.



Comentarios

Entradas populares de este blog

UNA DÉCADA DESPUÉS

Las redes sociales ayudan a ubicar personas que hace un buen tiempo dejamos de ver o perdimos contacto. Debo decir que utilizando este medio, hace un par de meses atrás, logré tener contacto con quien mi corazón tenía agendas pendientes y con quien hace más de una década atrás dejamos de vernos, dejamos de platicar. Nuestro primer reencuentro fue por medio de la mensajería instantánea. En las primeras líneas de esas conversaciones mostramos nuestra felicidad por volver a saber el uno del otro. Fuimos muy expresivos con cada letra escrita, que finalizando nuestra conversa coincidimos en que no deberíamos perder contacto y que sería fenomenal volver a vernos físicamente. Es así que compartimos nuestros números telefónicos, nos agregamos al WhatsApp y empezamos a reconocernos. Cuando llegó el día del reencuentro no podía creer que ella estaba ahí conmigo. Después de casi una década de habernos alejado por cosas de la vida realmente logramos reencontrarnos. Ella llegó con toda su luz, con ...

LO SILENCIOSO DE LO NUESTRO

Lo nuestro empezó un otoño. Aquella primera vez fue por puro gusto, pero no voy a negar que fue a primera vista. Desde ese momento no hemos dejado de escribirnos, así como tampoco de desaprovechar cualquier ocasión para besarnos, abrazarnos, tocarnos y sentirnos. Que sin importar el horario, el lugar y la gente mostramos nuestro anhelo de querer estar juntos por lo menos en esos instantes . Muchas veces,  por unos minutos  y en distintas calles desconocidas, he detenido el auto para besarnos intensamente. Me fascinaron tanto sus besos que innumerables veces quedé manchado con ese expresivo color rojo de su labial, esas huellas que se hacían a  la difícil en borrarse de mi rostro .   Así es, en el tiempo que pudimos juntarnos nos la hemos pasado besuqueándonos por doquier, yo acariciándole las piernas, los pechos, el cuello y su rostro; por su parte, ella sujetándome fuertemente la cabeza y abrazándome con todo su ser. Ese fue nuestro lenguaje con el que buscamos...

SU CALLE Y MIS RECUERDOS

Hoy he pasado por esa calle, esa ancha avenida que tiene tres carriles de subida y tres carriles de bajada. Hoy pasé por esa calle, esa que está a dos o tres cuadras de la estación del Metropolitano. Hoy pasé por esa puerta y divisé las flores, las plantas, los arbustos, las pequeñas ardillas que van trepando los árboles de ese pequeño jardín que da la bienvenida a ese condominio donde ella se hospedó. He pasado por esa calle, y en medio de este sol imperante en esta ciudad de cemento miré otras ardillas bajar del árbol a buscar agua para beber. He pasado por esa calle y recordé ese día cuando la dejé, ahí entre las rejas, sufriendo en abrir la puerta de metal y prometiéndome que pronto volvería para encontrarse conmigo, poder reunirnos y revivir la penúltima vez. Hoy he pasado por esa calle y la recordé sonriéndome y diciéndome que volvería pronto a la capital, para abrazarnos, ponernos al día de nuestras cosas y tomarnos la bebida que es recomendada en el centro histórico de esta ciu...