Es viernes, un viernes de invierno, y este panorama matutino hace que me sienta nostálgico. Abrí los ojos y lo oriundo de esta ciudad gris, un clima frígido y el panorama tétrico, lo típico de la capital, me dieron los buenos días. Ya es junio, estamos llegando al bicentenario de nuestra historia republicana, y aquí, ella y Yo estamos abandonados, dejando que el tiempo y la distancia tomen las mejores decisiones por nosotros.
Recuerdo que todas las veces que ella me pidió que vaya a su encuentro, me pidió también que no demore tanto; lo que ella ignoraba es que he apresurado el paso para llegar hasta donde ella está, pero aún así la distancia para alcanzarla fue bastante. Yo traté de no seguir demorando, traté de llegar a tiempo... pero llegué tarde; ella ya había partido llevándose todo lo que Yo quería, detrás de otras promesas, de otras ilusiones y otras esperanzas.
Estos días que pasaron, volví por esos lugares donde alguna vez caminamos juntos, a lo lejos oí su voz y reí al recordar lo seria que se comportó aquella vez conmigo. Me acordé de sus orgullos y sonreí evocando ese corto momento de felicidad que vivimos, pequeños momentos pero únicos que hoy se van perdiendo en el tiempo, este tiempo que cada vez es pasajero.
El tiempo fue fugaz, que en abril pasado se cumplieron doce meses desde que iniciamos nuestra comunicación por aquel chat oculto. Diariamente por esa red nos llenábamos de mensajes cariñosos, mensajes de voz, fotos y canciones que nos fascinaban; ahora, en estos días de invierno, el frío en confabulación con la indiferencia lograron que lo nuestro se torne en un témpano de hielo.
El tiempo pasó, ha pasado un año desde que le puse un seudónimo, se va a cumplir un año desde que la conozco y ella no sabe que desde ese momento le llamo por su sobrenombre. El tiempo pasó, que el sol y la luna hasta hoy no regresan; no regresa todo lo vivido a lado de ella; los momentos de dicha y felicidad, el que abrigamos juntos, se tornaron en efímeros recuerdos para ella.
Luego de haber repasado este corto trayecto, trayecto vivido en el olvido, a veces pienso que quizás sea el momento para decirle adiós, quizás sea el momento de abandonar los recuerdos y las esperanzas que me mantienen aquí en este paradero esperando verla alguna vez.
Pero; cómo se aprende a decir adiós si a cada noche espero que esa estrella fugaz pase nuevamente por mi cielo para poder contemplarla y ser feliz?. Cómo se aprende a decir adiós si necesito verla antes de que envejezcan los recuerdos, antes de que se pierda el contenido de este blog quien al final de cuentas es el cartero imaginario que la busca para entregarle todo lo escrito?
Cómo se aprende a decir adiós? No lo sé; quisiera que alguien me lo diga y así lograr que su recuerdo deje de reinar en mi vida, quisiera saberlo para dejar de tenerla aquí cada vez que el sol se oculta y las estrellas solitarias se adueñen de la noche y toquen su melancólica melodía evocándome a ella. Cómo se aprende a decir adiós? No lo sé; si todavía guardo las esperanzas de verla en algún momento, sin importar el lugar, sin importar el tiempo y sin que importen las circunstancias.
¿Cómo se aprende a decir adiós?
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