A mediados del año 1999,
trajinando por las rutas del centro del Perú conocí a quien fue mi
alma gemela; pero esa compatibilidad solo duró esos tiempos.
Conocí una mujer, quien sin que yo supiera había hecho planes para mi vida, había creado en su cabeza un futuro diferente a la que yo tenía en esos tiempos, sencillamente ella tenía planes conmigo.
Hoy, cuando recuerdo a esa mujer, cuando recuerdo a Barbara, de mis labios brota una sonrisa y hace que mi corazón se alegre y vuelva a vestirse de felicidad como en aquellos tiempos.
Conocí una mujer, quien sin que yo supiera había hecho planes para mi vida, había creado en su cabeza un futuro diferente a la que yo tenía en esos tiempos, sencillamente ella tenía planes conmigo.
Hoy, cuando recuerdo a esa mujer, cuando recuerdo a Barbara, de mis labios brota una sonrisa y hace que mi corazón se alegre y vuelva a vestirse de felicidad como en aquellos tiempos.
Barbara era tan sencilla. Todas
las personas que me rodeaban la apreciaban. Cuando, por cosas del
destino, desaparecimos, todo mi entorno sintieron la ausencia y lamentaron nuestro repentino alejamiento.
Fue en diciembre de aquel mismo
año cuando nos apartamos. Fue ese diciembre cuando el invierno llegó a mi vida y su permanencia fue por más de setecientos días. Todo ese tiempo se ocultó el sol de mi vida, ese mismo sol
que antes nos acompañaba, ya no brillaba más; la primavera desapareció de mis cuatro
estaciones, ya que la rosa inmortal y la mas importante se tornó en efímera y muy tarde lo entendí.
Cuando rompimos nuestro rito, nuestros encuentros frecuentes, pensé que en cualquier momento la volvería encontrar, pensé que sería un alejamiento de corto tiempo, pero; el tiempo pasó, pasó y pasó y en un determinado momento me di cuenta que ya no tenía noticias suyas, estábamos tan alejados, ya no oía su risa y no tenía su compañía. Sentí que el quererla así, dolía y mataba; entonces entendí que quizá nunca más sabría de ella.
Me tomó mucho tiempo aceptar la
realidad, pues, aunque yo querría, no volvería a tocar sus manos, oler su
fragancia, no volvería a besar jamás. Al no saber de ella entendí que todo
acabó para siempre, entendí que se había mudado de planeta, a otro mundo, donde
quizá nunca podría volverla a ver. Me sentí tan triste y melancólico nadando en
un mar de dudas, echándome la culpa por haberla dejado ir, por no haber tomado
una buena decisión en ese entonces. La siguiente canción es perfecta para este
tramo ya que representa a esa temporada de la vida.
Cuando decidimos alejarnos
nunca pensé que con el pasar del tiempo la vida sería más dolorosa y los días desesperantes,
la verdad es que nunca pensé en las consecuencias. Cuando nos alejamos no pude
comprender qué es lo que había pasado para que lo nuestro que era tan hermoso
haya terminado así por así. La vida, el entorno, las cosas, y las canciones que
en un momento eran perfectos y que llenaban nuestro mundo de felicidad se
tornaron de un momento a otro en depresión y desesperación por saber de
Bárbara.
Debo decir que en aquellos tiempos, hace dos décadas, la comunicación no era tan fluida como lo es en este siglo, no había celulares para la gente de mi clase social, que éramos muchos, solamente algunas personas, de mejor condición económica, podían tener esos celulares que ahora, en estos tiempos, lo denominamos "ladrillos". En esos años existían por doquier teléfonos públicos y en verdad eso no ayudaba en mucho cuando uno era errante por las laborales desempeñados.
La busqué por aquellos lugares
donde solíamos habituar. En todos esos intentos que nunca la encontré, viví leyendo
Crepúsculo para Ana de Manuel Scorza, “… Desde ciudades enterradas, desde salones
sumergidos, desde balcones lejanísimos, verás este amor, y escucharás mi voz ardiendo
de hermosura, y comprenderás que sólo por ti he cantado. Porque sólo por ti
estoy cantando. ¡Sólo por ti resplandece mi corazón extraviado! ¡Sólo para que
me veas, ilumino mi rostro oscurecido! ¡Sólo para que en algún lugar me mires enciendo,
con mis sueños, esta hoguera! ... Tú sabes que sólo quiero que, en algún lugar,
leas esta carta, antes que envejezcan los carteros que te buscan a la salida de
las iglesias, entre las recién casadas, a la hora del jazmín rendido…”.
De igual modo leí a Melgar, Salaverry, Chocano, y fue inevitable leer los poemas de Pablo Neruda. Todas esas lecturas me llenaban de melancolía que me animó a escribirle cartas que nunca le fueron enviadas, que se quedaron por siempre en el buzón del remitente.
De igual modo leí a Melgar, Salaverry, Chocano, y fue inevitable leer los poemas de Pablo Neruda. Todas esas lecturas me llenaban de melancolía que me animó a escribirle cartas que nunca le fueron enviadas, que se quedaron por siempre en el buzón del remitente.
Viajé a otras ciudades del país para dejar este lugar que me traía muchos recuerdos, me alejé de la capital por cerca de un año y en vano fue; mientras estaba más lejos de la capital, quería saber de ella, quería estar con ella, tanto así que empecé a escribir memorias que hoy no recuerdo en dónde los guardé.
Mientras pasaba el tiempo y no sabía nada de ella, empecé a odiar todo lo que ella odiaba y querer todo lo que a ella le gustaba pensando que tal vez así ella volvería conmigo, pero no. Solo fueron prejuicios y falsas corazonadas que de nada sirvieron.
De vuelta en la capital, muchas
veces intenté ir a ese paradero, allí, al control, ese paradero donde de seguro
ella habrá dejado sus huellas en las mil veces que ha pasado por allí. Mil
veces intenté ir al ovalo creyendo que ella también estaría buscándome, intenté
ir a su alma máter, su universidad.
Quise regresar el tiempo para estar a su lado, con la única finalidad de recorrer sus huellas y tener algo más de ella en mis recuerdos...
Quise regresar el tiempo para estar a su lado, con la única finalidad de recorrer sus huellas y tener algo más de ella en mis recuerdos...
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