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RECORDANDO A BÁRBARA



Quizá este blog (Una parte de nuestra historia), debí haberlo iniciado escribiendo esta historia, escribiéndole a ella, a Barbara, relatando todo lo acontecido en aquellos tiempos inmemoriables; pues todo lo vivido a lado de esa maravillosa mujer corresponde a la transición, de mi adolescencia a mi juventud.


Debo iniciar esta historia, tal vez, linkeando la canción que le dediqué, o quizá sería mejor citando un párrafo de la canción que ella me dedicó; o tal vez publicando las fotos actuales de las calles que frecuentamos en esos tiempos, de esos que ahora se tornaron en boulevares para gente de clase media y algunas en cantinas de mala muerte; o simplemente debo iniciar diciendo que ella, la amada de aquellos tiempos fue un amor para recordar.


Redacto esta parte de mi vida, en un bus que va de regreso a la capital; un sol radiante, un beso romántico y una sonrisa de la bella, hermosa, preciosa y cariñosa mujer que hoy me compaña fueron los que me despidieron de esa nueva ciudad del centro del Perú.

Bueno, ha pasado casi 20 años de haberla conocido y recién ahora me atrevo a escribir nuestro ayer, que hoy frecuentemente me viene a la memoria. Comprenderán que no lo haré con los mejores detalles de cómo fue en realidad pero haré el intento de no modificar nada de lo que en realidad viví a su lado.


Sucede que en aquellos momentos, lo recuerdo bien, se transmitía en canal 4 (hoy América tv) la novela a mil por hora; y a cada noche, sonaba MORNING de Kenny G en Radio A (que en la actualidad ya no existe),  y en la narración acompañaba una voz que a muchos de mi generación emocionaba. Sí, en aquellos momentos cuando la tierra aún era azul, cuando las personas podíamos caminar con mas  tranquilidad y seguridad, en comparación a hoy, en las calles de la capital, viví el más sublime amor que por mucho tiempo no lo pude olvidar.

Y es que aproximadamente hace dos décadas, una mañana de invierno, en esa fría ciudad la conocí por azar, por ventura, por confusión; yo tenía 19 años y ella mas de 20, tenía una sonrisa formidable, unos cabellos castaños que cada vez que los podía oler me llevaban a lugares, situaciones aún desconocidos por mí, su piel y sus manos eran tan suaves; su cuerpo era espectacular, sus bustos eran enormes y sus piernas suaves me fascinaban y me enamoraban. Su perfume la distinguía de otras personas, era tan natural y provocador. La conocí porque ella me confundió con otra persona quien tenía las  mismas aspiraciones y gustos que yo; tiempo después me enteré que a él, Barbara le gustaba muchísimo; pero era muy tarde porque yo no estaba dispuesto a perderla.




Todas las veces que pudimos encontrarnos, yo la tuve apegado a mi pecho, la cubría con mi calor, con mi cariño, con mi amor; le brindaba mi sonrisa, mis besos, mis caricias, la hacía reír, y ella creo que en agradecimiento demostraba interés en mis cosas y eso me llenaba de felicidad. 

Yo colocaba mi cabeza siempre en su regazo, la miraba fijamente a los ojos hasta el cansancio, la besaba y me perdía en sus labios, pues ella con sus besos dibujaba su silueta, escribía su nombre e impregnaba su perfume en los míos; cuando nos alejamos, todo esos momentos se volvieron eternos por un buen tiempo. 

Debo reconocer que en esos tiempos mi concepto de amor pasaba todavía por creer que era un sentimiento puro y sin condiciones, mejor dicho, era un amor de niño; nadie más que ella sabrá que esos tiempos fueron los inicios de mi madurez y de mi trabajo por la independización personal.

Recuerdo todos nuestros almuerzos juntos, uno de ellos fue en esa pequeña ciudad, Matucana, un paraje hermoso de gente cálida, de oxígeno limpio y de mucha vegetación. Ingresamos a un restaurante y una vieja rockola nos dio la bienvenida, es así que nos animamos a escuchar música y elegimos dos salsas sensuales, "lluvia" y "Jardín prohibido", la pasamos bien que ambos quisimos repetirlo pero no se pudo. 
Recuerdo también todas nuestras citas en ese óvalo, donde un día me embargó la timidez y la desesperación por no saber que hacer a tal proposición. Ahora, al recordarlo, me digo y me golpeo el pecho porque no entiendo como fue que perdí la oportunidad de estar con ella, con la mujer que me fascinaba, con la mujer a quien tanto amaba.

Recuerdo que nunca le leí las poesías que yo había escrito en mi etapa escolar, en plena adolescencia; lo que a veces le leía fueron poemas de autores famosos, más no los míos. Tampoco recuerdo si le escribí o dediqué algunas cortas frases de amor, acrósticos o versos; en verdad no lo recuerdo. Pero si no lo hice es porque ella demostraba ser una persona muy madura, no me atreví a escribirle porque temía, no sé, sus reproches; aunque nunca me reprochó nada, temía que me diga que eran cursilerías.
Ahora, en la actualidad, me lamento no haberlo hecho, me lamento que en esos tiempos no haya podido visibilizar lo enamorado que estaba de ella, me lamento de haber ocultado mi amabilidad y caballerosidad; lamento no haber sido capaz de demostrarle los detalles que tenía para ella y las canciones que le quería cantar.

Cuando escucho las canciones de los años 90 me llegan a la memoria los recuerdos de aquellos momentos a su lado, y me doy cuenta que siguen frescos todo lo vivido en esos años; pareciera como si fuera ayer cuando jugaba conmigo en los asientos de ese bus interprovincial, ahí donde viajaba gente de mi clase social, en esa empresa que ya no existe por des-balance patrimonial. A veces cuando escucho las canciones que hablan de nuestra historia, pido al señor que la persona quien está ahora a su lado le dedique canciones de amor y le lea versos, así como yo lo hacía. 

Me gustaría que ahora, en la actualidad, sin importar la edad que tenga, alguien se siente a su lado, la tome de la mano, le acaricie sus cabellos y le lea los versos de antaño para que cuando recuerde los mejores momentos vividos dibuje una sonrisa en sus labios.



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