Hoy es viernes, se termina la semana laboral y con él concluyo leer un libro que me hizo volver al pasado, a esos años de mi adolescencia precoz en partes, y mucho a mi loca y enamorada juventud que se tornó en mi temprana madurez cuando formé mi hogar.
Sí, ese libro me gustó, tanto que me animó a escribir el ultimo encuentro que tuve con ella, ese que sucedió hace un par de semanas atrás, y pienso que, tal vez, ella desearía repasar los recuerdos.
Bueno, diré que me fascinó verla esos días, tenerla allí, conmigo, en un ambiente neutro. En ese lugar vivimos pequeñas cosas pero muy significantes, tomamos un café juntos, reímos de bromas cursis y lo más importante, no le dimos la oportunidad al cuestionamiento de lo que pasó entre los dos, ninguno buscó explicaciones por nuestro repentino alejamiento; pues como se sabe ella ya no se comunica conmigo desde hace un buen tiempo atrás.
Esos días que estuvo aquí, todo de lo que hacía me llenó de tranquilidad, verla pisar la hierba, coger un caramelo, llevar la cuchara a su boca, verla sonreír alegremente fue gratificante y es todo lo que mejor recuerdo de esos días. Me llené de satisfacción cuando me di cuenta que seguimos siendo amigos, que me extraña como yo la extraño, que piensa en mí como yo pienso en ella y que disimula perfectamente bien de lo que hubo entre nosotros, como yo lo hago.
Cuando llegó el momento en que debimos alejarnos, junto a unos amigos, nos reunimos en un bar de quinta, debo catalogarlo así porque no tenía buenos tragos ni buena música. Pero nos reunimos porque era el último día en este año que ella estaría a mi lado; y bueno, en esa reunión celebramos nuestra despedida. Yo le dediqué un par de canciones y le hablé al oído sin hacer sospechar que aun la quiero, ella solo asintió con la cabeza cuando le canté la canción pero noté que no escuchaba porque aquellos amigos, un poco ebrios, hablaban y reían de bromas que yo no los entendía porque estaba concentrado en la canción que le había dedicado.
Desde ese día, en que nos alejamos, he querido comunicarme con ella, saber cómo está, y debe ser que por eso, hace un par de días atrás la soñé, vi su rostro perfectamente bien, hablamos, reímos, estaba muy feliz y me dijo que todo le estaba yendo bien; al despertar estaba muy ilusionado, toda la mañana pensé en ella, "empecé a escribirle un mail que no terminé, porque al leerlo me pareció tonto. Lo borré. Luego empecé otro y otro y otro, pero no envié ninguno al final. No quiero que piense que estoy muriéndome de ganas de hablarle..." 1
Y a esta hora, luego de haber disfrutado un suculento almuerzo he pensado en ella, he pensado en ella y recordé las circunstancias en que la conocí. Sí, he pensado en ella como si recién me estuviera enamorando y la verdad que me encanta. La he pensado tanto que los recuerdos huelen a ella, a su fragancia de mujer tierna de pezones erectos, he pensado tanto en ella que estos recuerdos huelen a esa fragancia matutina de aquel despertar cuando nuestras vidas se juntaron por primera vez. Así es, la primera vez que juntos amanecimos fue en ese cuarto oscuro que no tenía ventanas, despertamos juntos, disfrutamos del alba y le ganamos en brillar al sol.
Sí, ese libro me gustó, tanto que me animó a escribir el ultimo encuentro que tuve con ella, ese que sucedió hace un par de semanas atrás, y pienso que, tal vez, ella desearía repasar los recuerdos.
Bueno, diré que me fascinó verla esos días, tenerla allí, conmigo, en un ambiente neutro. En ese lugar vivimos pequeñas cosas pero muy significantes, tomamos un café juntos, reímos de bromas cursis y lo más importante, no le dimos la oportunidad al cuestionamiento de lo que pasó entre los dos, ninguno buscó explicaciones por nuestro repentino alejamiento; pues como se sabe ella ya no se comunica conmigo desde hace un buen tiempo atrás.
Esos días que estuvo aquí, todo de lo que hacía me llenó de tranquilidad, verla pisar la hierba, coger un caramelo, llevar la cuchara a su boca, verla sonreír alegremente fue gratificante y es todo lo que mejor recuerdo de esos días. Me llené de satisfacción cuando me di cuenta que seguimos siendo amigos, que me extraña como yo la extraño, que piensa en mí como yo pienso en ella y que disimula perfectamente bien de lo que hubo entre nosotros, como yo lo hago.
Cuando llegó el momento en que debimos alejarnos, junto a unos amigos, nos reunimos en un bar de quinta, debo catalogarlo así porque no tenía buenos tragos ni buena música. Pero nos reunimos porque era el último día en este año que ella estaría a mi lado; y bueno, en esa reunión celebramos nuestra despedida. Yo le dediqué un par de canciones y le hablé al oído sin hacer sospechar que aun la quiero, ella solo asintió con la cabeza cuando le canté la canción pero noté que no escuchaba porque aquellos amigos, un poco ebrios, hablaban y reían de bromas que yo no los entendía porque estaba concentrado en la canción que le había dedicado.
Desde ese día, en que nos alejamos, he querido comunicarme con ella, saber cómo está, y debe ser que por eso, hace un par de días atrás la soñé, vi su rostro perfectamente bien, hablamos, reímos, estaba muy feliz y me dijo que todo le estaba yendo bien; al despertar estaba muy ilusionado, toda la mañana pensé en ella, "empecé a escribirle un mail que no terminé, porque al leerlo me pareció tonto. Lo borré. Luego empecé otro y otro y otro, pero no envié ninguno al final. No quiero que piense que estoy muriéndome de ganas de hablarle..." 1
Y a esta hora, luego de haber disfrutado un suculento almuerzo he pensado en ella, he pensado en ella y recordé las circunstancias en que la conocí. Sí, he pensado en ella como si recién me estuviera enamorando y la verdad que me encanta. La he pensado tanto que los recuerdos huelen a ella, a su fragancia de mujer tierna de pezones erectos, he pensado tanto en ella que estos recuerdos huelen a esa fragancia matutina de aquel despertar cuando nuestras vidas se juntaron por primera vez. Así es, la primera vez que juntos amanecimos fue en ese cuarto oscuro que no tenía ventanas, despertamos juntos, disfrutamos del alba y le ganamos en brillar al sol.
Hoy he pensado tanto en ella, que esa fragancia de mujer joven, sus
tiernos besos y su sudor, me embargan y están aquí entre mis labios y se confunden
con el aire que voy respirando. He recordado los momentos y los lugares por donde caminamos en plena garúa, sin paraguas, nos mojamos los zapatos, sentimos el agua hasta en los pies, nos reímos tantas veces, nos cogimos tan fuerte de las manos, nos abrigamos el uno con el otro, nos dimos un beso en las mejillas y mutuamente emprendimos a un viaje que hoy no termina y que nos llevará a la primera vez que intimaremos y de seguro que los recuerdos también será mágico y hermoso.
1) Enredad@. Paola Arenas
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