Debo recordar que el inicio de esta historia fue gracias a una llamada telefónica, deben saber entonces que gran parte del año nuestros encuentros han sido meramente telefónicos; no mentiré que me acostumbré tanto a que religiosamente ella se contacte conmigo a las diecinueve horas de cada día. Cuando iniciamos esta relación, las llamadas eran dos veces a la semana, pero mientras pasaba el tiempo las llamadas se hicieron menos constantes, una llamada cada diez días, luego fue menos recurrente, una llamada en quince días; así y así, hemos llegado a la actualidad en que sus llamadas son una vez cada dos meses.
Por dicha razón, intenté acercarme a ella, fui a su encuentro y eso ha conllevado que, estos últimos días del quinto mes del año, recorriera lugares hermosos, parajes llenos de naturaleza viva que vierte aire puro y que alberga gente maravillosa. Toda esa semana trajiné de un lugar a otro, internamente me sentí agradecido con Dios por haberme dado la vida y poder disfrutar lo bueno que es vivir.
No voy a negar que toda esa semana lo pasé pensando en ella, imaginando de cómo sería nuestro próximo encuentro, imaginando cómo sería ese viernes. Así es, nuestro añorado encuentro sería ese ultimo día laborable de semana, y así fue; pero, pasó tan rápido, ella se marchó en un abrir y cerrar de ojos, cual rayo fugaz, que no dejó huella de felicidad, mas al contrario, sólo dejó pesar por no dejarse contemplar.
Ese viernes, a las diecinueve horas, cuando las luces de la ciudad ya se habían encendido, me quedé parado en aquella esquina de esa ciudad, mirando como se alejaba ese auto blanco llevándose la oportunidad que por mucho tiempo había esperado; mi corazón entristeció, mi alma desvaneció, suspiré profundamente mientras trataba de entender o comprender el porqué de que las cosas hayan sucedido de esa manera.
Debo reconocer que después de una década volví a sentir hondamente la soledad; estuve cerca a ella y no supe cómo decirle lo que aquí dentro siento, no supe qué decirle para que no me dejara allí, no supe como decirle que deseaba quedarme a su lado para cantar las canciones de la vida, disfrutar un dulce trago con su compañía y en todo momento hacerla reír, pero; no fue así, la tristeza, la preocupación y los engaños en que nos involucraron y que transcurren nuestras vidas se infiltró en nuestra conversación y se puso como la primera agenda y de trascendencia. Ese día que debió ser de gozo, de alegrías, de felicidad y de un hermoso compartir, se tornó en una cita psicológica del uno hacia el otro; y así por así se acabó el tiempo y tuvo que abandonarme.
Debo reconocer que después de una década volví a sentir hondamente la soledad; estuve cerca a ella y no supe cómo decirle lo que aquí dentro siento, no supe qué decirle para que no me dejara allí, no supe como decirle que deseaba quedarme a su lado para cantar las canciones de la vida, disfrutar un dulce trago con su compañía y en todo momento hacerla reír, pero; no fue así, la tristeza, la preocupación y los engaños en que nos involucraron y que transcurren nuestras vidas se infiltró en nuestra conversación y se puso como la primera agenda y de trascendencia. Ese día que debió ser de gozo, de alegrías, de felicidad y de un hermoso compartir, se tornó en una cita psicológica del uno hacia el otro; y así por así se acabó el tiempo y tuvo que abandonarme.
Ese viernes, en el camino de retorno a mi realidad y a mi silencioso cuarto de hotel, leyendo algunos escritos de un autor al que admiro mucho, decidí decirle adiós, pero "... No sé si sabe lo que quiere decir adiós. / Adiós quiere decir ya no mirarse nunca, / vivir entre otras gentes, / reírse de otras cosas, / morirse de otras penas. / Adiós es separarse ¿entiendes?, separarse, olvidando, como traje inútil, la juventud... / ! Íbamos a hacer tantas cosas juntos ! / Ahora tenemos otras citas. / Estrellas diferentes nos alumbran en noches diferentes. / La lluvia que te moja me deja seco a mí. / Está bien: adiós. / Contra el viento el poeta nada puede." 1
Ese ultimo viernes de mayo abrí el camino para alejarme de ella, abandoné el objetivo que por tanto tiempo perseguí, ese ultimo viernes de mayo la deje volver, en ese auto blanco, a su realidad, decidí dejarla ir con todo lo que ella definió como felicidad. Ese viernes triste, fue el inicio del final; la dejé ir en su amor, en su vida y por el cual ella luchará y se esforzará por conservarlo... Hoy que siento que todo acabó, concluyo en que caí en la ingenuidad, creyendo que ese viernes ella pasaría momentos agradables conmigo. Ingenuo fui, cuando en nuestro anterior encuentro pensé que esta próxima oportunidad sería duradero y mejor; y si intento buscar otro medio, otro lugar, otro tiempo, otra realidad donde podamos vivir momentos sin que nadie nos interrumpa, ni los suyos ni los míos, creo que nuevamente caeré en la ingenuidad; pues eso no pasará si es que ella no lo quiere.
En varias oportunidades he cambiado mi cronograma (planes, reuniones, itinerarios) y he sacrificado prioridades personales con la única intención de estar a su lado, y para qué? para que al final huya raudamente dejándome con el corazón en las manos. Se marchó, me dejó solo y decaído, con un dolor que voy sintiendo bajo la piel, que me dice que en vano abrigué expectativas que hoy se volvieron falsas y que germiné vanas esperanzas; esas de abrazarla cuando estuviera a lado mío, de poder pasar horas y horas juntos, tal vez llorando por nuestras tristezas o quizá riendo a carcajadas de nuestras anécdotas vividas o tal vez embriagándonos con todo lo que la vida nos brinda; pero lo recalco, eso está lejos de la realidad porque ella así lo quiso...
Hoy que ya no estará cerca, que ya no tendrá noticias mías, quisiera que se entere que lo nuestro quedará en secreto y que difícilmente se borrará de mi vida. Quisiera que se enteré que me siento feliz por compartir tantas cosas junto a mí. Quisiera que se entere, lo que tenía que decirle, "Deseo pasar una noche junto a ti", pero que también se entere que con su silencio dejó que las oportunidades se perdieran en el tiempo; que ese avión, de anhelo y oportunidad, partió rápidamente y es porque ella así lo quiso.
Hoy un tanto tétrico, recostado en esta silla giratoria, acompañando mi corazón con este invierno capitalino, escribo estas lineas para que en algún tiempo y en algún lugar ella recuerde todo lo vivido y sepa cuanto es que la quiero, espero que este escrito sirva para que en algún momento recuerde esta hermosa etapa de nuestras vidas que nos tocó vivir; "Querida, tus recomendaciones me hicieron entender lo que debía comprender y de verás me calmó las angustias que sentía esos días, gracias". Hoy, viendo caer la lluvia, siento que ya la perdí, que todo quedará en olvido y que el invierno profundizará el frío en mi corazón porque tal vez ya no llamará y esa actitud otra vez dolerá... Para terminar la historia, está canción es la elegida.
1. Extracto del poema "SERENATA". Manuel Scorza. Perú
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