Ayer llovía en esta fría ciudad, en aquella esquina donde un par de veces me encontré con una respetable mujer, yacía una dama muy parecida a ella, en ese instante me acordé de aquella mujer de bustos proporcionados, de una figura sensacional que me hacía olvidar mis principios y convicciones de lealtad, sus labios no tan carnosos, hermosos que al besar demostraban ser pequeños, me gustaban sentirlos cada vez y con más frecuencia.
Esa mujer era una de las personas que marcaron mucho en mi vida, porque desde que la conocí tuvo la capacidad de escucharme y aconsejarme sin burlarse ni criticar mis tontos pensamientos y mis sucios juegos sentimentales que tenía en mi vida de ese entonces.
Aquella mujer compartió conmigo sus miedos, sus penas, sus sueños y sus planes; en esa etapa de mi vida ambos nos divertíamos de lo mejor, caminábamos cuadras enteras, brindándonos sonrisas, sintiendo su mano sobre el mío, un par de veces abrazándola, besándola y haciéndole olvidar sus preocupaciones que la vida le causaba esos días.
Fueron muchas veces que embarcamos una movilidad con destino desconocido, en cualquier paradero que se nos ocurría nos bajábamos y para ubicarnos bien en donde nos encontrábamos preguntábamos a la gente que pasaba por allí, preguntábamos a meros desconocidos y al saber la respuesta nos reíamos para no mostrar el temor que estábamos en un lugar desconocido.
Recuerdo que fue un primero de mayo, que por vez primera salimos, ese día recorrimos lugares que para mí fueron hermosos. El mar, el aire frío, el verde de ese pequeño jardín donde nos echamos el uno sobre el otro, ensuciándonos la ropa, tocándonos el cuerpo que nos estremecía y que nos llevaba a un viaje interminable de deseos. Ese encuentro fue puro, no tuvimos malos pensamientos, nos dimos un beso, su cabeza apegó a mi pecho oyó el latir de mi corazón y me dijo que le gustaría quedarse allí. Nos despedimos de aquella cita con un beso en la mejilla, con una sonrisa y con una esperanza de volvernos a encontrar. Hoy puedo afirmar que nuestras salidas nos gustaron tanto a ambos que lo hicimos duraderos.
Luego de aquella cita tuvimos muchos encuentros más que no recuerdo cuantos fueron en total, estoy convencido que aquellas salidas nos ayudaba a ambos a sentirnos bien, en esas citas aprendimos a escucharnos y a expresarnos con libertad lo que sentíamos, pensábamos y vivíamos en el día a día, por protocolo y acuerdo mutuo, de manera interna, ninguno podía criticar ni hacer prejuicios por la actitud del otro; por el contrario, tratamos de comprender nuestros actos a veces injustificados pero en fin esa era el trato interno que asumimos cuando nos conocimos.
Ahora que estamos alejados el uno del otro, tal vez ella se preguntará si valió la pena habernos conocido y si vale la pena recordar todas las cosas que hemos compartido. Ahora que tiene otro amor y otro destino, que yo no pude y no podía darle, de seguro se siente más tranquila y no sabrá cuanto me alegra que lo que deseaba para ella, y que siempre se le decía, se haya cumplido y esté viviendo esta nueva oportunidad que la vida le ha dado, esa oportunidad de transcurrir su camino de vida acompañado por alguien quien la ama, le aprecia y de seguro quien también desea pasar el resto de sus días al lado de ella.
Lo que me alegra es que en estos días ella la está pasando de maravillas y que demuestra ser muy feliz.
La siguiente canción me recuerda a los momentos vividos a su lado.
La siguiente canción me recuerda a los momentos vividos a su lado.
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