Por: RJC
Dicen que la amistad es la que está unida por vínculos en común, nuestro vínculo en común, eran los almuerzos. Esos esperados almuerzos, que iniciaban con una sonrisa y terminaban en una carcajada; Inolvidables días, en los que mis más sublimes sentimientos salían a relucir.
No recuerdo ni un silencio en nuestras comidas, nuestras conversaciones eran muy amenas e importantes. Nos fascinaba hablar sobre los temas sociales, aunque yo siempre trataba de cuestionarle, con el fin de que él hiciera una mejor labor, pues estaba muy involucrado con esas actividades y yo le tenía una envidia sana.
Fueron tantos nuestros almuerzos juntos, que alguna vez alguien más se sentó en nuestra mesa, y nuestro trato fue, que cuando algún tercero estuviera en nuestra mesa, teníamos que prestarle nuestra atención por educación; creo que en el fondo, los dos esperábamos que nadie más que nosotros estuviera en nuestra mesa. Pues los temas de los que otros hablaban, eran superfluos para nosotros.
En nuestros temas de conversación, él nunca me seguía la corriente, tampoco buscaba darme la contraria, siempre su intelecto salía a relucir. Claro que a veces no compartíamos las mismas ideas, pero ese ya era un tema motivador para el día.
Mi amigo era un hombre sencillo, un caballero, un hombre sin poses, no era “un hongo” como algunos otros, él hacía que el día brillara. Su atractivo no estaba en su físico, estaba en su bello espíritu de lucha. La vida tan agitada que tenía, le estaba pasando factura.
Este amigo marcó mucho en mi vida, pues representaba mi confianza puesta en la realidad, y aunque nunca preguntaba por mi familia, yo sentía confianza de contarle sobre cualquier tema, y me imagino que le interesaba, pues me prestaba mucha atención y luego siempre opinaba al respecto. Él también me contaba sobre su familia, sus proyectos y su vida. Él parecía transparente, nunca trató de agradarme y sólo se mostraba como era.
Como olvidarme del chocolate que un día me invitó, sin saber que era el dulce que mas me desagrada. Pero aunque el detalle era lo que contaba, tuve la obligación amical de contarle. El era un tipo fuera de serie... Debo reconocer que he reído tanto esos días, que hasta ahora no pude superar su ausencia.
Nuestra amistad terminó un día, en el que se le ocurrió entregarme la carta que había escrito para “la que le había robado el corazón”. Ese día entendí que su intelectualidad le había jugado una mala pasada, y que era la hora de cortar con nuestra amistad, lo cual así lo hice.
Se suponía que el pilar de nuestra amistad era la confianza y el respeto, Él había violado esos principios, no tuvo la hidalguía de conversar sobre ese tema y tampoco le importó trastocar mis sentimientos. Tal vez no fue la mejor decisión en ese entonces, pero hoy, después de un año, me di cuenta de que valió la pena romper ese vínculo.
Yo continué con mi camino, y hoy me entero, que él enderezo el suyo, y aunque pudimos haber quedados atrapados en el tiempo por los recuerdos, hoy decido que estas serán mis últimas líneas en las que lo traigo a la realidad, pues estas líneas son una señal de despedida de esa buena amistad que fue y un agradecimiento a la generosa vida que tengo.
¿Sabemos diferenciar quién es un real amigo(a)? ¿Quién no perdió un amigo(a)? ¿Quién de nosotros es un buen amigo(a)?.
Esta canción es canción equivocada para aquella amistad.
Esta canción es canción equivocada para aquella amistad.
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