Después de casi dos años vamos saliendo del encierro, estamos ingresando a la nueva normalidad y todavía me es raro salir a la calle con mascarilla sobre mi rostro. Antes no me incomodaba tanto, pero ahora siento asfixiarme; aun así, debo usarlas por la tranquilidad y seguridad de mi entorno familiar. Volver a esta normalidad hizo que cumpliera con mi rol de viajero y por ello tuve que acercarme al mundo andino, allá, donde me gusta estar. Fue un miércoles de agosto cuando la conocí. Bastó un instante para congeniar con ella. Empezamos con una sonrisa por su parte y con una carcajada por la mía. La conocí en aquella hermosa ciudad donde el sol alegra con su esplendor. Antes de conocerla, me había tomado una chichita de jora rodeado de abejas melosas y de porongos de barro. Ese día de agosto tuvimos nuestro primer encuentro, cuando el sol estaba al centro de nuestro universo, allí en la puerta de ese escondido recreo turístico. ESOS DOS DÍAS DE AGOSTO solo fueron nuestros. Esos dos...
Una etapa de nuestra vida