Esa última vez que la vi, en aquel parque, donde anteriormente pudimos encontrarnos un sin fin de veces, me alegró el corazón y me calmó las angustias, esas angustias de saber de ella. Ese día la abracé tan fuerte y tan profundo que no quise que se apartara de mis brazos. Con ese abrazo tierno le decía que le extrañé demasiado, que necesitaba verla, que no puedo dejar atrás lo que un día nos unió y que en mí siempre permanecerá el recuerdo de todo lo vivido. Esa vez me demostró que es una de las pocas musas que les gusta reflejarse en una poesía, en una canción, en un silencio y en una vida de ensueño; aquel día ella demostró también que no podrá olvidar ese viejo y pobre hospedaje donde por primera vez recorrimos hasta lo más profundo de nuestro ser, aquel día mostró que nunca podrá olvidar las canciones cantadas al lado de ella, las palabras pronunciadas y las hermosas cosas que compartía conmigo; esa mujer, que es de clase muy sencilla, compartió conmigo sus desidias y las metas...
Una etapa de nuestra vida