Desde ese tiempo hasta ahora, nuestro mundo, el mío y el de ella, cambió para siempre, estamos enfrentando una dura revolución donde ya nada es igual, el agua que fluye y corre por el río es como nuestra historia vivida, pasa una sola vez y nunca más retornará. Aquellos lugares donde vivimos con dicha y alegría nunca más serán las mismas, las diferentes sillas y mesas de ese restaurante donde muchas veces nos sentamos a conversar de la nada y donde incansablemente compartimos sonrisas, nunca volverán a conocer una historia similar a la nuestra. Esos pequeños lugares que oyeron nuestras bromas y risas, nuestras charlas de importantes temas que a veces nos cansaba y nos alejaba más, de seguro deben estar tristes por nuestra ausencia, por nuestra pronta despedida; ya que en su existencia no vivirán cosas parecidas a lo que vivimos al lado de ellas. Aquel viejo roble que dibuja el panorama de la entrada al humilde comedor debe extra ñ arnos de seguro, ya ...
Una etapa de nuestra vida